sábado, 6 de diciembre de 2008

DE NATURA DEORUM

Una de las actividades que solemos realizar en primero de bachillerato es hacer una suasoria, un tipo de discurso que se enseñaba como paso previo a los magníficos discursos de los que hacían gala los mejores oradores de época clásica como por ejemplo Cicerón. Aquí va uno que hice como modelo para que los alumnos/as vieran bien las partes y pudiesen hacer algunos siguiéndolo. Espero que os guste...


DE DEORUM NATURA.

¿Son necesarios los dioses? ¿Tienen ellos la culpa de lo que sucede?
Los dioses, amigos, son fundamentales. Con ellos explicamos las fuerzas de la naturaleza, como el cielo, el fuego, el mar...pero también las propias, las humanas y, en ellos, tienen cabida el amor, la amistad, la indeleble unión con lo que nos rodea.
Podríais decir que, de las fuerzas, aquéllas también pueden ser negativas, que Eolo arrasa con sus hijos henchidos de aire, nuestras casas y campos, que Júpiter, furioso fulmina con sus rayos a nuestros hijos y que éstas, hacen que el hombre, por nacimiento, pueda derrotar y matar a sus amigos y provocar grandes guerras y sufrimientos. Es verdad, la naturaleza divina se obceca a veces y, el hombre, también. Las Parcas hilan fino nuestro destino, ya veis.
El hombre nace desnudo ante le mundo, incapaz siquiera de sostenerse con sus pies y el Universo, por sí sólo, es únicamente producto del Caos. Si el hombre, por azar, cae en él, ¿Qué culpa tienen los dioses?
Ellos, agazapados bajo cada espacio, nos acunan cuando somos pequeños, nos protegen cuando crecemos y, si por un momento, nos perdemos, ahí están para acompañarnos por siempre. Me diréis: "Todo eso está bien, pero el hombre sufre. Sufre mucho". Lógico. Pero no es culpa del magnífico Júpiter, ni del templado Apolo, ni de la ágil Minerva, el responsable es el mismo hombre. Porque, con sus garras, estropea todo lo que toca: desgracia campos, mata a sus congéneres y todo, por instinto, un instinto tan crudo que parece mentira que le endemonie y le posea.
Es verdad, no toda la culpa la tiene el hombre. Él está manejado por los hilos de las Parcas que le zarandean hacia un lado y hacia otro y hasta los entrelazan, a veces incluso se les enredan la vida de varios hombres. Sin embargo,¿creéis que sólo ellas pueden condenar a un hombre a una perpetua pena? ¿Pensáis, amigos, que los dioses no tienen más que hacer que complicarnos las vidas?
Ellos son fuerzas brutalmente naturales, enormes, que rigen todo el cielo:las estrellas, los vientos, las nubes, todo encaja y se mueve con la parsimonia y dulzura del rocío que cae sobre una hoja. Júpiter, con todo, vigila. En el Hades, Plutón nos pasea por los felices Campos Elíseos, es capaz de amar tanto a Proserpina que le permite escapar de su amor y, en primavera, llenar el campo de flores y frutos nuevos. Y en el mar, Neptuno, cálido, balancea entre sus dedos los peces las algas, la sal... ¿y decís que tienen tiempo de malograr la existencia del hombre? ¿Cuándo? ¿Cuando el hombre quema el verde bosque y llena de humo negro el azul infinito del inmenso cielo? ¿Cuándo? ¿Cuando en vida acomete infames agravios y en los infiernos paga en tormentos su eterna pena? ¿Cuándo? ¿Cuando arroja al mar desperdicios inmundos y adolece de sentido común si se atreve, osado, a luchar contra la estruendosa tempestad?
Por todo ello, ¿creéis justo culpar a los dioses que todo nos lo ofrecen y que, si están contentos, comunican con la naturaleza armonía y felicidad a los hombres?.
No, os digo que no somos nadie para plantearnos siquiera la duda: los dioses existen para nosotros y ahí fuera está el mundo para demostrarlo.
Aquí tenéis el hombre para corroborarlo.
Y aquí me tenéis a mí, que soy hombre por la benevolencia del mismísimo Júpiter.
Chari