martes, 20 de enero de 2009

Adivinación en Roma y la Antigua Grecia...




Nuestros compañeros, María Reina y Vicente Rufo, de 1º de Bachiller de Humanidades y Ciencias Sociales, nos han enviado un artículo sobre la adivinación. Un tema muy interesante ¿no?


Adivinación en Roma y la Antigua Grecia

La historia antigua está impregnada de grandes oráculos y de la pasión de muchos reyes de consultarlos, especialmente ante las batallas.
Los vatinicios y la adivinación eran parte importante de los romanos, a quienes preocupaban el conocimiento del futuro y la voluntad de los dioses.
Algunas señales de adivinación eran por ejemplo, el vuelo de las aves que en este caso era satisfactorio si procedía de la izquierda y si no se quebraba antes de perderse de vista, y nefasto si procedía de la parte contraria o cambiaba de dirección durante su observación del vuelo. Una observación más sencilla era la forma de comer de los pollos sagrados que los cuidaban en una jaula. Indicaba mal auspicio si se mostraban inapetentes o al comer dejaban restos.
Además de esta forma de adivinar, que ni decir tiene que provocaba la ironía de muchos romanos, los sueños se interpretaban así como las respuestas de los oráculos y preveían la ira de los dioses, aconsejando sobre cómo protegerse de ellos.
En cuanto los oráculos griegos, como fuente de saber religioso que permitía conocer el futuro de la comunidad y el individuo, tuvieron enorme influencia en la literatura, el pensamiento, y el desarrollo de la sociedad y la política. La adivinación era un mecanismo complejo a caballo entre el mito, la historia y la religión, que funcionó casi como un motor ideológico de la sociedad antigua. Santuarios como Delfos o Dodona representaban, además, la esencia cultural e identidad espiritual del mundo griego.
Los distintos vaticinios, transmitidos principalmente por la literatura clásica, trataban cuestiones fundamentales para la humanidad, que siguen pareciendo imprescindibles todavía hoy. Más allá de los misterios en torno a sus respuestas, sólo en el diálogo con los testimonios literarios de la antigüedad se puede reparar en la importancia que tuvieron los oráculos griegos.





¿Por qué Egipto se quedó seco?

Nuestra compañera de 4º de ESO, Ana González nos ha escrito un mito, éste con tintes egipcios... A ver qué tal...

¿Por qué Egipto, se quedo seco?

Hace un par de milenios antes de Cristo, gobernó un faraón en Egipto llamado Moi-Rams, éste era muy avaricioso, puesto que quería tener todo Egipto bajo su dominio, saber constantemente el dinero de las arcas municipales, importándole absolutamente nada los habitantes de la dicha ciudad.
Un importante mercader griego con grandes influencias en todos los mercados del mundo, decidió comprarle el papiro y las plantaciones por una razonable cantidad de dinero, pero al parecerle poco no accedió a que esta planta estuviera por otros sitios del continente africano.
Asimismo el famoso mercader, recurrió a mantener una conversación con los Dioses y les pidió que le dieran un escarmiento por avaricioso al no querer compartir aunque fuera una parte.
En el crepúsculo ocurrió una gran desgracia. Las nubes se congelaron al levantarse un inesperado viento y la ciudad se quedó desierta, sin nadie, un frío se extendió y al amanecer todo estaba helado, pasaron varias días sin sol y sin luna, hasta que al final el sol salió y un rayo hizo el efecto de una llamarada de fuego, provocando que esta ciudad ardiera, convirtiéndose en polvo que ascendió a las nubes ya que los lagos, ríos y mares quedaron tapados e invisibles para siempre.
La población se vio afectada y tuvieron que abandonar la ciudad aquella misma noche. El faraón se lamento porque todo su papiro se convirtió en polvo al igual que su dinero y sus maravillosas tierras.
Años más tarde la población se volvió a establecer y después de mucho cavar encontraron el agua del río Nilo, recuperando con ello las plantaciones pero por suerte para el mercader el faraón ya había fallecido por la locura de no tener nada.
Y con esto se demuestra porque en Egipto llueve mucho arena en vez de agua.